Breaking routine



muy buenos vuelos y hoteles

sábado, 10 de septiembre de 2011

Yo...

 ...Voy a beberme hasta las copas de los árboles...

 ...Voy a tomar de todo menos decisiones...

 ...Suave como una nube, voy a ser vapor...

...Un ave que sube y sube, sin motor...

...Quiero irme...
...morirme... 

...Saber lo que hay después y volver para contártelo
metido en un cuerpo más firme...

 ...Que ya no me soporto ni me importa...

...Cada vez más sordo, cada vez más loco (L)
Ven que vamos a hacer un pacto yo y tu sonrisa.

Si veo un caramelo...
cogerlo y comerlo.

Es un ciclo, un periplo que el entendimiento no alcanza.
¡Es la vida!






*Tengo la mirada siempre puesta en las estrellas,
 porque soy de las que sueñan con dejar huella en la tierra.

martes, 6 de septiembre de 2011

Mikaela ^^

Érase una vez, una mujer que no tenía piernas. Una noche, en la casa en la que tuvo el accidente que la dejó en ese estado, quedaron tres niños solos, ya que los padres se habían ido a una cena muy importante. Cuando se hizo tan oscuro que difícilmente se distinguían las siluetas, Mikaela entró en la casa con el estepitoso sonido de la ventana al romperse. Los niños, asustados, intentaron llamar a sus padres, pero tenían demasiado miedo de salir de sus camas, así que en vez de eso, se acurrucaron bajo sus sábanas como si eso fuera a protegerlos de todo peligro posible. Entonces comenzaron los susurros.
-Mikaela zen... Mikaela zen...
Y golpes en el suelo, como si alguien se acercara. El más pequeño de los hermanos, que dormía en la litera de arriba, muerto de miedo se bajó a la de en medio, con su hermana mediana, y se acurrucó junto a ella. Entonces los susurros volvieron a escucharse:
-Mikaela zen... Mikaela zen...
Y más golpes. Esta vez casi podían oírlos en la propia habitación. Los dos hermanos, de nuevo muertos de miedo, se bajaron a la litera de abajo, con el hermano mayor, pensando que él los protegería de cualquier mal. Los susurros casi les soplaban al oído.
-Mikaela zen... Mikaela zen...
Y un último golpe se escuchó, tan cerca que el pequeño se echó a llorar. Pero su llanto duró muy poco tiempo...

Al día siguiente, cuando los padres llegaron a la casa, apenas podían reconocer a sus hijos entre el montón de trozos humanos que había desperdigados por el salón, con la siguiente frase escrita en sangre:
Estúpidos, no tengo piernas. No habría podido subir arriba.

Desde entonces, Mikaela se venga de los niños que conservan sus piernas matándolos por la noche. Eso sí, solo a los que duermen en la litera de abajo...